sábado, 17 de julio de 2010

Para bien o para mal, por siempre!

Uno se da cuenta de ciertas cosas en las situaciones más inesperadas. Hace cuatro días ansiaba salir de la ciudad y no pensar en nada más que en mí. Decidí mentirle a mi madre con respecto a donde iba y acepté una invitación que jamás creí recibir, alejarme de la ciudad parecía una buena idea y sobre mi conciencia tomé el primer autobús que me llevara lejos.
Llegando a mi destino comencé a recapacitar sobre mi inconciencia y por momentos la duda me arrastraba a querer regresar, pero era demasiado tarde. Cuando una camioneta oscura se acercó a mí y en su interior vi a una persona conocida, el miedo pareció desvanecerse,-Ya estoy aqui- pensé y sabía que a esas alturas arrepentirme no iba a servir de nada.
Debo admitir que la primera noche fue difícil, era una situación fuera de mi zona de seguridad que me llevaba a relacionarme con personas adultas desconocidas o que con anterioridad me habían guardado algún tipo de rencor por situaciones mal entendidas. Las manos me sudaban, y sentía que la ansiedad subia por mi pecho cada vez que respiraba esos aires para mí desconocidos. Después de unos momentos de conocer el centro de la pintoresca ciudad, que me recordaba al pueblo de mi padre, llegamos a la casa en donde permanecería las siguientes 3 noches.
La cabeza aún me parecía flotar en un cierto desconcierto de lo surreal en la situación, fue hasta que ella, la que mucho tiempo adoré, detesté, reproché, me le entregué, le discutí y confundí de muchas maneras, portaba un regalo que yo le había obsequiado tiempo atrás. Fue reconfortante saber que lo utilizaría frente de mí sin que se le cruzara por la cabeza que yo lo malinterpretaría; no, ya nunca de esa manera, sencillamente me llenó de satisfacción que fuera de su agrado.
De ese instante en adelante supe que no había por que tener miedo, personas a las que tanto tiempo les había tenido miedo me habían abierto las puertas de su casa y hacía meses atrás que se habían dado la oportunidad de conocerme. Tenia la confianza en mí misma para saber que era sufucientemente buena persona como para convencerlos de aquello, y mucho más importante convencerlos que que su hija también era mi adoración.
Basta decir que pasamos buenos momentos junto al acogedor arrebato del fuego que subía por el ladrillo rojo de la chimenea. Riendo y escuchando anécdotas inverosímiles de nuestras vidas. Así fueron tres de los cuatro días que sencillamente disfrute en el campo con la luz de las luciernagas impregnadas en los ojos y las noches estrelladas latiendo entre mis sueños.
Era difícil pensar que ella no se acordase de mí con un cielo tan estrellado, pero la idea sólo me pasó una vez por la cabeza, despues descubrí que ya no tenía importancia.
No podía pedir más, estaba vivendo lo que con muchas ansias había esperado hace meses, la aprobación de las únicas dos personas de las que me importaba su opinión.
Hace unas cuantas horas, antes de partir de regreso a mi realidad, con mi futuro en incertidumbre a la vuelta de la esquina, aquella aprobación tan esperada fue expresada en palabras; sin embargo al escucharlo, me quede sin ellas, pues fue tal la conmoción que lo único que pude hacer fue sonreír.
Al cabo de un rato partí a la que podría llamarse mi tierra y en el asiento trasero del taxi al que me subí, comencé a observar mi reflejo en el espejo retrovisor y noté que las lágrimas comenzaban a correr por mi rostró.
Era tal mi alegría que no podía contenerme y las palabras prometedoras de una amistad duradera me conmocionaron al punto de no poder más.
En ese instante comprendí, por que ella y yo habíamos atravesado incontables momentos, buenos, malos, terribles e increíbles, por que a pesar de lo duro que ha sido superarlos, juntas lo hemos hecho y cada prueba que se le ha puesto a la hermandad que hoy compartimos ha sido exitosamente aprendida y comprendida.

Si algo he apendido en esta última semana es que el rencor es un juicio mal elaborado. No voy a negar que yo también tenía cierto tipo de rencor a esa familia por haberme juzgado mal en un principio, pero hoy he descubierto nuevas facetas de sus vidas, que me llevan a entender las decisiones que hicieron respecto a mí a su debido tiempo. Lo importante ahora, es que su hija, mi adoración de muchos años atrás, se ha convertido en mi hermana y tengo la seguridad de que así seguirá siendo hasta la eternidad; por todo ese tiempo les estaré agradecida por haberla creado y por haberme dejado entrar en sus vidas.

Al final de todo, la eternidad si estuvo hecha para nosotras, simplemente no de la misma forma que habíamos previsto.

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