jueves, 14 de julio de 2011

Días en vela...

Es más de media noche y no logro cerrar las persianas, algo allá afuera me incita a evitar el contacto con las sábanas. Un par de rosas viejas, en la esquina de la habitación, han observado la calma de estas noches; una melodía que no susurra más que los sórdidos encuentros con tu ausencia.
Son pocas las cartas que encontré debajo de la almohada, todas las demás se han ido por innumerables fallas técnicas (desde la fragilidad del papel, hasta la memoria de corto plazo de mi computadora) a un abismo de posibilidades.
Han sido días confusos, eternos para la fragilidad de mis párpados. Aún sin lograr descifrar el origen las calamidades; escalofríos antes de dormir. Suelo encontrar reflejos de tranquilidad dentro de letras, pero últimamente, el consuelo llega por intravenosa.
A la orilla del amoratado mar de la herida, aún se encuentra el tacto de tus versos, como si hubiesen anidado en la cicatriz de tu presencia. No sé cómo borrar(te), suelo remitir(me) a los años y trasnochar por la esperanza del eminente enemigo de tu tiempo.
Regresaste y yo desnuda bajo el áspero susurro de la noche, que a gritos indica tu camino paralelo, para encontrar la debilidad de tus palabras: mi libertad.

Es tan indescriptible, si tan sólo supiera qué pasa aquí; sería tan fácil, como lo fue hace poco.