domingo, 25 de julio de 2010

Once again you found out the way to break my heart...

Todo se sintió tan bien cuando ella dijo "Ya soy una más de ellas", pues significaba que todo sentimiento ajeno a esa amistad había quedado atrás. Podía sentirme cómoda junto a ella sabiendo que ninguna de las dos haría algo estúpido, mucho menos esa noche. Sentía recomfortante el hecho de que un beso no significara nada más que un hecho de confianza extrema, que esa noche nos expresamos todas sin inhibiciones.
Sí, esa noche pense que sería diferente a todas las pasadas, sentía que la amistad había alcanzado cierta cúspide y que en su defecto no nos dejaríamos llevar por actos simples basados en lujuria.
La noche transcurrió y tomé responsabilidad de cinco personas cuyas vidas son tan importantes como la vida propia. Entre todas, ella perdida y confundida respecto hacia donde iba y de donde ha venido, comenzó a retomar un tema olvidado por mí hacía bastantes meses; fue obvia mi reacción en evitar el tema y decir que todo había sido perdonado a su debido tiempo, y así había sido.
Insistió en tocar el tema, pero las palabras ya no eran necesarias; comencé a notar las señales que siempre me daban pauta para intenciones secundarias y como siempre culpé a mi excesiva imaginación de malinterpretarlas.
Era ya pasada la media noche y decidimos que teníamos que dormir antes de que el amanecer nos alcanzara. Ella tan sólo dejaba que yo le asistiera en cosas que despues de cierto número de copas nos perecen un poco díficiles de realizar, pero algo en mí sabía que sus manos no estaban en los lugares comunes; de neuvo, lo ignoré.
Fue hasta que recostadas en una noche fría y casa ajena, su necesidad de calor humano la llevó a tardíamente caer en la rutina de estar en esa misma situación. Mis manos en un comienzo dudaron, se resistían a caer de nuevo en un vicio que años atrás pareció insuperable; pero al final, cedí. Caí en la tentación que parecía tan olvidada, pero el cuerpo es debil, algunos dicen. Así unos cuantos momentos más de calor entre ambas, hasta notar que sus intenciones eran las mismas que las veces pasadas, pura satisfacción física.
De inmediato me vino a la mente el nombre de la mujer que decía amar, y salí corriendo de esa realidad. No podía dejar de pensar en lo que había hecho, ni en la confianza que había traicionado; día atrás había cuestionado la confianza ciega que mi nuevo amor me tenía, supongo que tenía razones para dudar de mí.
No logré escuchar a las 4 de la madrugada todas las disculpas ni excusas que ella me decía, no podía dejar de pensar en cómo le diría a la mujer de mis sueños que de nuevo le había roto el corazón o por lo menos pronto lo haría.
No podía comprender de que me había perdido, pues hasta lo último que registré tan sólo eramos amigas, y ya nunca debía pasar lo que esa noche pasó. Me sentí traicionada, pero era algo que no podía expresar; ella necesitaba mi amistad, y fue tan sólo un segundo de arrebato, después me controlé.

Durante el amanecer no pude conciliar el sueño, eran demasiadas cosas por asimilar. Sólo me quedaba pretender que nunca pasó con una, y asumir mi responsabilidad con la otra; sabía que mi amor era tan grande que no pretendía ocultarle así, sólo le dejaría la oportunidad de perdonarme, de nuevo.

Sin embargo, la que quedó exonerada de mis actos, sigue ahí como si nada hubiese pasado, habiéndome roto el corazón una vez más antes de partir.

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