martes, 12 de enero de 2010

Anochece soledad

Me preguntabas que qué era lo que yo quería, no supe decirtelo con certeza pues en ese instante no tenía una idea; fue tan sólo anoche que interioricé entre las entrañas de un placer ajeno y lúgubre que aún no consigo.
No, no quiero esto que me ofreces, una soledad que carece de garantía. Cualquier instante invadido por ella y al siguiente se va, y tu regresas; no puedo simplemente manejar tal inestabilidad invisible que me acongoja siempre que mantengo la esperanza de que esta vez sí te quedarás. Prefiero acostumbrarme al lugar vacio que antes ocupabas.
Me has atado a tu paternidad recientemente inestable, abandonada, y un poco irreal; tus ámbitos fueron cambiando de rumbo y perdiste las palabras para mí, para él. Hablo, ahora que puedo, por mí cuando te miro con estos ojos que no quieren quedarse un instante más.
Tendrás miedo de que encuentre una libertad recomfortante lejos de ti y de esta retorcida situación, quizas lo haga; ya no puedo permitir que los años que me sobran sean consumidos por tu ambición de enmedar tardíamente los errores. Concentra, cómo lo has hecho estos últimos meses, esa energía en algo que quizas repare, ya no en mí.
Olvida que existí; en esta vida la pasión de mis logros logrará reflejar con ambición el empeño en tus errores, que yo repararé en mi propio esbozo.
Perdona que mentí, cuando dije que aqui estaría; yo incontablemente olvidé las veces que ese asiento vacío aparecía a mi lado.
Esto, ahora, es para tí mi deseo; el primero de mucho que pareces querer conceder; el último de ninguno que ahora quiero que jures. Las alas que me concebiste desde que te vi por primera vez, fluirán en el tiempo y las dejarás huir, con ellas no se llevarán rencores ni lástimas. Sólo una nueva oportunidad de comenzar de nuevo.
Sí, eso es lo que quiero; Libertad.