jueves, 25 de marzo de 2010

Cenizas en Ticumán

Descendientes de cielos áridos, grises. Quietas palmeras condecendientes al silencio de las ramas rozando con el aire. Un viaje en carretera de colinas y cableados de luz; cálido el viento sobre el ventanal del automóvil advertiente de paz y rayos de luz acompañados de compases con el viento.
Naturalmente atravesamos colosales pastizales de soledad por caminos de la misma índole; nos cruzabamos con cuerpos marinos diminutos que bastaba con tan sólo atravesar un puente para perderlos de vista. Todo el trayecto vimos del cielo caer, a diferencia del agua, de una manera sutil y oscilatoria lluvia de cenizas, alrededor de los árboles y el negro asfalto.
Mi padre, cómo siempre, comenzó a contarme la historia del lugar; mencionó que cañaverales rodeaban la zona y que de ahí surgían las cenizas, pero no le creí.
Logré comprender lo que esta lluvia de carbón significaba, un montón de sueños destrozados que se escapan de las manos. Por que cuando uno más lo anhela, ese sueño es arrebatado por azares de la vida y jamás lo vuelve a encontrar. Son esos sueños, que ofuscados por los días llegan sólo restos a lugares tan desolados como Ticumán.

domingo, 21 de marzo de 2010

Con aires de Revolución

Eran las 6 de la mañana cuando tomamos el transporte colectivo hacia la capital. Llevaba puesta una playera con mi ídolo favorito en la parte frontal y un morral con la bandera bordada de un país liberado. Voy contemplando por el vidrio, las carreteras de mi ciudad, contemplando el sol madrugador que retumba en las colinas verdes de mi México. Al llegar a la ciudad, se sienten aires completamente diferentes, aires a gritos de súplica que son ignorados día con día.
Hemos llegado más temprano de la cita en el centro de la ciudad, y hemos decidido pasar a desayunar en un café bastante acogedor adyacente al lugar. Mi padre y mi abuela piden lo mismo, mientras que yo me conformo con un jugo de naranja, un pan ligeramente tostado inmerso en mantequilla y una alta dosis de café.
Observo a mi alrededor y me percato del tipo de gente que va entrando al café en donde mi abuela, mi papá y yo nos encontramos platicando sobre cine mexicano. Toda la multitud busca una respuesta, una esperanza de que el día de hoy tenga un nuevo significado en la historia de este país abandonado.
Llega la hora y caminamos por la avenida con el nombre del héroe del que hoy celebramos nacimiento. El color de mi país se va notando mientras más recorro estas calles, y el ambiente se va sintiendo con las fotos del Ché y de Zapata que tapizan en piso, o las banderas de liberación que se ondean por los aires y la música huasteca que habla de la siguiente revolución.
Mientras escucho las palabras quebradas de un pueblo enfurecido, de tanta injusticia, inseguridad, promesas rotas, esperanza muerta; puedo contemplar que las jacarandas encima de mí aún tienen sus ramas frondosas de ese follaje lila que tanto se aprecia en días soleados y que cuando caen tapizan las calles de un aroma tremendamente intenso y delicioso.
Quizas fue la mezcla de inconformidad, movilización, frustración y esas jacarandas, fue lo que me dio un poco de fe en que podría salvar a mi país. Con mi voz, ya se escuchaba con la ayuda de los demás que querían decir lo mismo, pero con miedo como yo a no ser escuchados.
Al fin encontré lo que vine a hacer, y que mi nacionalismo exacervado tenga un motivo y una destinación, junto a la lucha y la revolución.
De regreso a casa noté el anaranjado sol sobre las colinas, sabiendo que un día regresaría para quedarme.

jueves, 11 de marzo de 2010

Secreto a voces

Quién te ha dicho que me quiero ir de aqui?
Me tengo que ir, tengo que partir con tan sólo un morral lleno de memorias y pies cansados por el mundo, esas canciones vacías tan solo quedarán en los labios de un mudo, saboreando el sabor de sus dolores con ganas de sentir una felicidad siempre inconcebible, siempre tan inalcanzable por azares del destino.
No sé si regresaré, aunque extrañe el sabor de mi tierra y sus colores; aunque el camino me pida a gritos que de la vuelta, pensaré en ensordecer hasta no escuchar más sus súplicas. No tendré motivo ni razón para volver si tú no estás, por eso vete, que si regreso no pretendo encontrarte jamás.
Tengo un secreto, el secreto de una vacía vida sin ti, pero no me pesa; mas bien me libera, no tener que guardar ese secreto nunca más pue algún día esta historia llegará a tus manos; y yo ya a kilómetros de distancia, es ahi cuando no podrás preguntar ¿por qué?
Hoy me voy sin un adiós, pues eso me carrompería hasta quedarme hasta tu lado, hoy huyo como un ladrón de tus besos, pues he asaltado más de lo que me gustaría conservar; recuerdos.
Este día tengo uno de esos secretos que le pido al viento protega y sin embargo los lleva a tus manos, esos que inevitablemente se descubren.