lunes, 20 de julio de 2009

Sobredosis de Nicotina

Con un cigarro en la mano, café en la taza y las horas en el rostro. El tiempo parece haberse ido volando desde aquella vez. ¿Lo recuerdas? Yo –a pesar de la incontable cantidad de alcohol que recorría mis venas- lo recuerdo como si este último año no hubiera pasado.
Mi cigarro se extingue y coloco la colilla junto a las otra que se han consumido a lo largo de la noche, todas y cada una de ellas más fumadas por el viento que por mis labios. Estos labios partidos que no parecen conformarse con la esencia del tabaco y que añoran algo más que agua. Ya he vaciado más de media docena de tazas con cafeína concentrada; sin ellas aún así esta noche la pasaría en vela. Bajo a la cocina y el agua ya borboteaba en la estufa, lista para mi siguiente dosis de insomnio.
Faltan pocos minutos para la hora esperada; -un año- pienso, todo pasó tan vertiginoso e invisible. Atenta al cambio de las manecilla e inerte en el apogeo del tiempo; los cometas advierten una nueva estación. La aguja grande casi consigue alcanzar el tercer par de dígitos en el reloj que cuelga del muro, -tic, toc, tic- ¡Ya!
En el momento en el que el minutero obstruyó la vista del doceavo número tras el cristal, fue como si oprimieran el interruptor de mis memorias, que alborotadas imploraban bullir.
Un año, pasan los días las horas, los segundos, cada momento me abriga en una conmoción muscular. Cada palabra, me calienta frente a la ventisca que surge de las solitarias calles de la metrópoli.
Tomo rápidamente otro coctel de cafeto procesado y nicotina pues Tú eres lo único que me obliga a dormir, y doblegarme ante los sueños a tu lado. Trescientos sesenta y cinco días, -suerte que no fue bisiesto- con tu imagen en la mente; Ya amaneció y en pocas horas tomaré en mano un nuevo cigarrillo y te llamaré, para recordar juntos, el año que ha pasado.

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